Se podría decir que no puede estar en un rincón más céntrico de la Capital, y por tanto más céntrico de España. Me lo recomendó uno de los hermanos regentes de otro taller artesano, dedicado en este caso a la reparación, a los arreglos y a la propia confección de las prendas manufacturadas en piel; un establecimiento, así mismo muy céntrico, del que hablaremos también otro día. Éste al que nos referimos hoy, se abre al público como un puesto más (el número 81), otra parada cualquiera, del mercado que lo alberga en su semisótano; y guarda la apariencia y el formato actuales de cualquier negocio de hoy día regentado por un zapatero remendón de toda la vida de Dios.
El restaurador de botas en cuestión se llama Toni, y lo hemos resaltado en nuestro apartado digital porque su capacidad es digna de resaltarse y se divulgada. Su habilidad y los recursos que emplea su ingenio para rescatar la bota más insólita y especializada, como son las que calza el motorista, deben de ser conocidos por nuestros lectores.
Mis botas con un agujero
El primer caso con el que Toni me dejó francamente sorprendido fue el de una bota Alpinestar para circuito. Había sido literalmente devorada por el asfalto en el trascurso de una carrera, unos diez años atrás, con lo que terminé usándola después, malamente encintada, en alguna que otra ruta por carretera. Era una pena porque el desgaste había resultado tan bestial por un tonto descuido, que calaba hasta sentir el frío en los dedos cuando bajaba la temperatura.
Le llevé la bota averiada a este particular restaurador, acompañada de su pareja para igualar el aspecto externo de un remiendo que simplemente creía inverosímil. Me coloqué frente a su mostrador con toda mi incredulidad, esperando la expresión de un funcionario en la ventanilla de Hacienda en cuanto sacara la bota de la bolsa. Sin embargo el zapatero la tomó, la analizó por fuera con mirada profesional, la examinó por dentro con tacto de galeno y, a continuación, me explicó lo que haría para repararla.
Dos días después, tenía mi Alpinestar con un aspecto no sólo más que presentable, sino completamente funcional; todo por un precio irrisorio, sobre todo pensando en lo que cuestan unas botas de estas características.
El remedio contra el asfalto más feroz
Pocos meses después, sufrí otra circunstancia idéntica con mis botas favoritas para la pista, un modelo más sofisticado que las anteriores, con su botín interior incluido. Fue durante mi participación en la Z-Cup. Con la obsesión de no golpear en el firme con el motor de la Z900, volví a frotar la bota derecha contra el asfalto, igualmente en su parte delantera. Era una bota que tenía fundida la deslizadera desde que corrí las 24 Horas de Montmeló, y para la que no encontré una de recambio.
Volví al puesto de Toni sin llevar todavía conmigo toda la confianza en su maña y en su ingenio. Sin embargo nuestro zapatero para moteros se superó a la vez anterior, colocando sobre el desastre un relleno interior, para cubrirlo por fuera con la adaptación de una deslizadera que no era la suya, haciendo lo propio en la bota pareja, de modo que quedaron perfectamente a juego.
En el interior, el pie sentía su espacio completo sin la más mínima merma y sin un solo pliegue, con las paredes de su horma lisas y guardando su forma cóncava original. Un trabajo impecable para recuperar una bota bien cara, metida ya en el desecho, y todo nuevamente por un precio irrisorio, para el valor que podamos darle a contar con ese magnífico par de botas operativo.
También para el Motocross
No podía sentir más satisfacción con aquellas dos recuperaciones para mi estantería. Sin embargo quedaba aún sobre ella un par que estaba a punto de alcanzar la baja definitiva para ir al desguace. Se trataba de mi calzado para motocross, perteneciente a la penúltima etapa de la especialidad, y por tanto con esa imagen acorazada que proyectaban los pies del crossero durante ese período.
Cambiar la suela de las botas
Nuevamente la bota derecha era la afectada. Por un lado sufría una especie de cáncer provocado tras una lucha de tantos años contra el polvo, el barro y también contra las piedras, que se centraba en su pared interior, concretamente en la que da al lado de la moto. Con esta gangrena, se había abierto, literalmente, una gran fisura en el costado que roza con el chasis y con el motor, separándose la parte trasera, elaborada en plástico reforzado, de la delantera, confeccionada con la piel más recia. Además y por otro lado, la suela presentaba una grieta, profunda y transversal, que la cruzaba por completo sobre la línea que precisamente apoyaba en la estribera cuando conduces de pie.
Esta vez Toni hizo un verdadero trabajo de restauración arquitectónica sobre el calzado, remendando la bota para dejarla finalmente como el conjunto sólido y robusto que fue en su día, al salir de su flamante caja. Reforzó la suela de tal manera que ya puede aguantar mil saltos de un servidor, con su quintal pasado encima, quedando convertido el costado, antes semiderruido, en una pared sólida por su exterior y cómoda, acogedora, en su interior.
Un trabajo de recuperación único que merece una mención de honor, eso, sin tener en cuenta su coste, nuevamente en una nanomedida, si se compara con el precio del par de botas nuevas que hubiera hecho falta comprar para sustituir las reparadas.
Refuerzos y Cremalleras
Hubo más trabajos, como el de reforzar las suelas a unas botas ruteras de muy bajo coste y discutible calidad, para conducir con ellas de pie, ocasionalmente durante la presentación o para el reportaje de algún modelo trail. Su apoyo ha quedado tan robusto como para hacerme la Transpirenaica off road.
También otras dos botas de circuito diferentes, una propia y otra de un amigo, con el tirador de sus cremalleras fuera del carril. Unas de esas cremalleras embutidas y solapadas, hasta aparecer casi blindadas, que echan para atrás a cualquier reparador de este universal recurso. Ni que decir tiene que, al día siguiente de dejar cada uno de esos pares en el puesto zapatero de Toni, la bota en cuestión quedaba lista para hacer en Jerez, o en cualquier otra pista, mi vuelta más rápida.
Así es que ya sabes: si vives en Madrid, o no demasiado lejos de la capital, y tienes unas botas motoristas, de cualquier especialidad, con una seria avería, incluso de las que te hacen valorar la necesidad de comprar unas nuevas, no las tires a la basura porque tienes unas cuantas posibilidades de recuperarlas para el uso, si te acercas al mercado de Los Mostenses, en la Plaza del mismo nombre, justo a la espalda de Edificio España en reconstrucción, y te deslizas por los escalones que descienden hasta su semisótano para encontrar allí, la parada número 81, que regenta Toni, el zapatero que remienda, incluso, para los moteros.
Te dejo el mapa por si te sirve para ubicarte mejor.
Muchas gracias por el articulo me ha encantado
Muchas gracias a ti, Toni, por tu trabajo.
que bien un sitio donde poder reparar botas y las dejan bien perfecto
Menudas manitas!!
En la época de usar y tirar todavía hay personas que hacen de su oficio un arte.
Enhorabuena al zapatero Toni.
Eres una máquina en lo tuyo Toni.
Créeme que lo sé de buena tinta.
Menudo makina
Me gustaria saber le telefono de este mago con las botas de moto
Buenos días mi teléfono es el 915596123 para cualquier consulta
a raíz de leer este artículo he ido a que me cambiara la suela de mis botas; unas Siri vórtice. había acudido a un par de zapateros antes y ambos se asustaban al ver la bota e incluso uno me llego a decir que no tenía reparación. Aqui sin problema desde el primer momento, y el resultado impecable. Recomendado 100%. Gracias Toni
Gracias Ismael, nos alegra que te haya gustado nuestra recomendación. La verdad es que son unos cracks !!!
yo no soty de Madrid , pero si te las envio me las envio hay problema ???
No sabría decirte Jesus, lo suyo es que llames al propietario, nosotros solo hablamos del servicio porque nos pareció lo suficientemente bueno como para mencionarlo.