Ya arrancamos esta pequeña saga, que nos llevará hasta el intento de cumplir nuestro objetivo, con la primera entrega , y después, hablamos de la preparación física a fondo, en esta segunda. Ahora, en la tercera, vamos por fin, si no con la protagonista, sí con el elemento de base que hará posible llevar a cabo esta pequeña aventura de la San Silvestre Endurera. En este capítulo, hablaremos de la moto.
Había que elegir con un buen criterio el modelo en sí; si bien es cierto que siempre un servidor ha seguido una premisa tan simple como tradicional: Burro grande, ande o no ande. Midiendo 1,91 m y pesando algo más de cien kilos, parecía tener todo el sentido; así es que una 450 4 tiempos se presentaba a priori como la moto ideal.
Un primer error
Sin embargo, no me hizo falta nada más que una vuelta y media a un sencillo circuito de tierra, con una moto así de motocross, para tirar por tierra de inmediato mi intención. Podía hacerme una idea previa del tirón que podía dar una cuatro y medio con cada golpe de gas, y aun así resultó más de lo que esperaba; pero con lo que no contaba, en absoluto, es con la inercia tan contundente que crea en cada retención. De manera que, puesto en pie sobre la 450 F, dando gas y cortándolo apenas cuatro veces seguidas, mi cuerpo se balanceó adelante y atrás, dando de sí como la plastelina cada músculo de mis brazos, de mis hombros y, por ende, el conjunto de los cuádriceps.
Imposible plantearme un enduro completo con una moto así, aunque fuera practicando el antiguo estilo checo, manteniendo el trasero pegado al asiento toda la carrera.
Había que cambiar radicalmente de planteamiento. ¿Pero cuál debería tomar?
A pesar de la experiencia con la 450, una moto de un cuarto de litro y 4T se me antojaba más bien poca cosa, y el recuerdo de las dos tiempos con las que corrí en los 90, era el de motores rabiosos, como grandes felinos, a los que había que tenía que domar a base de corpulencia y concentración.
El Descubrimiento
Pero entonces, durante la primavera pasada, llegó la ocasión de entrevistar con la extensión y la profundidad que merece al que posiblemente sea hoy día el piloto de enduro más veloz del panorama mundial. Un campeón del mundo como Josep García me habló de sus dificultades para adaptarse a la especialidad del hard enduro, y de cómo la KTM 300 EXC TPI con la que compite en esta variante extrema le facilitaba muchísimo la tarea.
A partir de ese momento, empecé a interesarme por las dos tiempos de inyección y de gran cilindrada actuales; y así cuando asistí, en Santiago de Compostela, a la manga española del Mundial de enduro, puse una especial atención en el comportamiento de estas motos, particularmente sobre el recorrido que marcaba la especial de enduro extremo.
Las veía partir como un rayo desde la salida, empalmando marchas sobre una recta de tierra al modo y manera que las había visto y sentido antaño, con la rabia felina de siempre. Sin embargo, al llegar a los trances más complicados, casi más propios del trial que del enduro, se escuchaba un motor dócil como un perro lazarillo. Observaba avanzar estas dos tiempos con un empuje medido al milímetro en cada pistonada, pasaban con un precisión casi medida sobre los grupos de troncos apilados o las grandes piedras perfiladas con ángulos de capricho, que se amontonaban en algunos tramos cortos del recorrido.
Semanas más tarde, coincidí en una cena con Rafa García, tío de Josep, y a la sazón ex campeón de España de la especialidad. Él me explicó con más detalle las bondades, particularmente la tracción y la obvia ligereza, que brindan estas motos con motores de agujeros en la actualidad, a las que definió como una especie de tres tiempos.
Pero el colofón a mi convencimiento lo puso Mario Román, campeón del mundo de enduro extremo, cuando participó en nuestro programa de radio nº 120; si bien es verdad que ya había comprometido para entonces, con una señal, la compra de la que será la moto con la que un servidor atacará su Objetivo +100.
Et voilá: La KTM EXC 300 TPI
Una moto que pesa menos que yo mismo, me plantearía la primera premisa de adaptación al conducirla puesto en pie, después de las pruebas off road a las que estoy acostumbrado llevando pesadas maxi trail, con 250 kilos en orden de marcha.
Pero eso llegaría después, ahora, antes de recogerla en el concesionario, antes siquiera de matricularla, debía de protegerla hasta casi acorazarla. En mi mente estaban los recuerdos de aquellas carreras en las que participé durante el principio de los noventa, en las que tenía algo muy claro:
Cuando llegaba a una bajada muy técnica, muy complicada, lo más probable, casi seguro, es que me cayera, así es que me salía a cuenta tirar la moto directamente y bajar yo mismo después como pudiera. Aún recuerdo también como descendí con el culo a rastras por una roca, en el enduro de Mijares. Lo hice con todo el equipo puesto, casco incluido, claro. Una imagen francamente patética que espero no volver a encarnar en esta nueva etapa.
Bien así pues, mi flamante KTM se presentaría en sociedad tal y como aparece en las fotos que ilustran esta entrega de Objetivo Enduro +100. Protector de escape elaborado en carbono, y el resto en plástico: Disco de freno delantero, cubrecárter, basculante, y también un pletinas, a modo de armazón, para dar toda la consistencia a los protectores de ambas manos.
¡Vamos a por ello con gas, mucho gasssss!