La verdad sea dicha que no es fácil dar una razón concreta al lector del porqué hemos llevado a cabo este peculiar experimento. Podríamos argumentar que ha sido por ver el resultado de un fuerte cambio como es el de la tierra con vuelo de altura, por la velocidad de vértigo a ras de suelo; y sería verdad.
Podríamos decir que ha sido para comprobar hasta dónde llega el dominio de la moto, y el control del equilibrio, del que hace gala un piloto pro off road, si le llevamos directamente a una pista de velocidad, con una de las motos más potentes y radicales del mercado. Y también sería muy razonable.
Pero lo cierto, en honor a la verdad, es que nos hemos dado de bruces con todos los ingredientes y con el escenario apropiado para que se nos ocurriera hacer esta insólita prueba por pura y mera curiosidad.
Los Protagonistas
Por un lado, tenemos a Fran García, nuestro piloto de pruebas off road, imagen de FXR y de Moremoto, además de docente para sus cursos de conducción off road, en quien se da la circunstancia de que no sólo no ha rodado nunca en un circuito de asfalto, sino que, a pesar de su vasta experiencia fuera de la carretera, carece incluso del permiso para conducir una moto superior a 125 cc.
Lo cierto es que ni siquiera hizo falta proponer a Fran el papel de conejillo de Indias para este peculiar experimento; sino que él tenía ya en mente, como un deseo, incluso como un pequeño sueño, vivir alguna vez una experiencia semejante.
Así pues, nos bastó con una simple mirada de complicidad, sobre apenas un par de descripciones, para preparar el test en la fecha que dispondríamos de todos los elementos necesarios.
De esa manera, sin fase previa, ni preparación, sin rodaje ni anestesia, Fran se colocó sobre la segunda protagonista de esta historia, la BMW S1000RR 2019. Y a horcajadas de los 207 CV, se situó directamente sobre el pit lane del Jarama, aprovechando uno de los cursos organizados por MOTORGP, en los que servidor haría la función de guía y monitor para nuestro incauto piloto, que, ni corto ni perezoso, se había enfundado un equipo completo de velocidad para rodar sobre la bestia teutona a lo largo de la pista más legendaria en activo con la que hoy día cuenta nuestro país.
La Noche anterior
Pero nos hemos adelantado en los acontecimientos, pasando por alto la importancia de las horas previas. Fran las vivió así:
«Cuando vi la moto en fotos, después de que la hubiera recogido Tomás, me impresionó mucho. Me encanta la estética de estas motos, me he visto y he leído todo sobre estos modelos, y éste me parece el más espectacular. Pero sólo he probado, de asfalto, un Tmax, y únicamente dentro de un aparcamiento privado.
La noche anterior al día del circuito, estuve nervioso y bastante intrigado, porque no tenía ni idea ni de las expectativas que iba a cumplir, ni de las sensaciones que iba a tener. En la cama pensaba en la recta, en cuánto cogeré, y si voy despacio y luego voy de prisa y me desoriento… No sabía.”
Otro contraste previo, de curioso efecto para Fran, fue vestirse de romano al estilo de la velocidad. Por supuesto, tampoco lo había hecho nunca:
“Ponerme el mono -que no me quedaba mal- ya fue de por sí una experiencia bastante diferente a la del motocross; porque te pones un pantalón y una camiseta, que puede ser tan fácil como un pantalón de vestir y una camiseta de manga larga y ya está; en cambio el mono es como ponerte algo que tiene vida propia, porque al principio lo sientes rígido, y cuando empiezas a rodar con él y se calienta, lo percibes mucho más suave y flexible.
Tengo que decir que te sientes más seguro que en el motocross, aunque es bastante más incómodo. Al fin y al cabo, en motocross es poco más que una tela, y en velocidad tienes protecciones en los hombros, codos, rodillas, además de la propia piel. “
Sin adaptación
La mañana de la prueba amaneció nublada, con un cielo prácticamente cerrado, pero sobre todo con el asfalto húmedo en las calles, lo que ya presagiaba bien a las claras en qué estado encontraríamos la pista.
“Me levanté, vi que el cielo estaba nublado, que había rocío en la carretera, y me iba poniendo nervioso mientras iba camino del circuito. Me preguntaba cómo estaría la pista, qué iba a pasar…y pensaba que, si estaba todo mojado, sólo iría a pasearme.”
Y así, quien firma este reportaje se vio junto a Fran frente al semáforo cerrado del pit lane, con el cielo cubierto por el gris de una niebla alta y con el piso ensombrecido junto a nosotros, mostrando un aspecto incluso jabonoso en algunos rasgos que alcanzábamos a ver de la pista, justo al otro lado del muro.
Difícilmente, las circunstancias podían resultar más apuradas para hacer este particular contraste aun más drástico, para que el impacto con un circuito de velocidad por primera vez en su vida resultara todavía más contundente para Fran.
A pesar de ello, un servidor quiso ir más lejos, y entró en el menú electrónico de la BMW para seleccionar el modo más agresivo de entregar su brutal caballería: de esa manera, no dejaríamos ni la más mínima baza a la progresión, y la adaptación tendría que llegar anticipada sobre la propia marcha.
El Momento de la Verdad
Bien. Fran arrancó el tetracilíndrico, con ese bramido ronco que le caracteriza, y que sobrecoge las entrañas de quien pilla al lado desprevenido. Un sonido que suena casi como una advertencia, un aviso bien claro a todo el que se sube a ella de que las bromas se han terminado: de que los chascarrillos y el cachondeo han quedado en el paddock.
“Al arrancar, bastantes nervios. Tanto fue así, que me pasó algo como para hacerme sentir en un nivel muy bajo, la verdad. Estaba con el motor en marcha, justo para salir, y se me olvidó plegar la pata de cabra. ¡Me lo tuvo que advertir un comisario! No me explicaba cómo me podía haber pasado algo así; aunque la verdad es que las motos de motocross no tienen pata, y las de enduro la tienen muy grande, y no te puedes mover con ella desplegada.”
Pocas sonrisas, si acaso alguna nerviosa, y nada más. Llegaba el turno de la atención, de la concentración y de la seriedad, porque, aunque sobre esta moto se pueda llegar con facilidad a gritar de emoción en el circuito, se tratará siempre una emoción seria…, pero que muy seria.
A la pista
Lo primero que debía hacer un servidor era comprobar el estado de todo el trazado, aunque, en este caso no era imprescindible escanear el suelo que pisamos, tal y como debemos de hacer en la calle, ya que el asfalto del Jarama ofrece hoy día un agarre sencillamente proverbial en cualquier circunstancia.
Mientras tanto, Fran vivía sus primeras impresiones; alguna de ellas francamente curiosa.
“Nada más salir a pista, aprovechaba el máximo tiempo con la pantalla arriba para coger aire, porque me sentía un poco agobiado. Luego, a partir de 120 por hora o más, ya me olvidaba.”
La cuestión es que, al completar la primera vuelta, llevada a un prudente ritmo de reconocimiento, podríamos decir que el circuito se hallaba húmedo en un 70%, más o menos, mojado en una cuarta parte, y seco, pues…, apenas en un cinco de la línea por la que pasábamos.
Otra Perspectiva
Ni que decir tiene que conducía observando las reacciones de Fran, a través de los retrovisores, durante más tiempo que mirando al frente. Su disposición sobre la BMW me parecía ir más allá de lo prudente, incluso timorata, guardando una llamativa distancia con el colín de mi moto. Su actitud se me antojaba un tanto parecida, quizá, a la que llevaría un motorista de asfalto cuando siente su moto flotar por primera vez al paso sobre la arena.
“En las primeras vueltas iba súper raro, con el suelo oscuro; aun así, veía que la moto no se movía, que agarraba bastante en mojado, pero sicológicamente, ese suelo húmedo me daba una impresión parecida a la que tienes con una cocina recién fregada: que te puedes resbalar. De hecho, en los locales públicos fregados, se coloca una señal de peligro, ¿no?
Pensaba: Como se me vaya la mano con el freno, o no tenga tacto con el gas, la rueda se me va a escapar seguro.”
La cuestión es que, al concluir aquella primera tanda, resultaba verdaderamente interesante el análisis de la situación, con la particular perspectiva crossera de Fran:
“En motocross, precisamente, cuando está mojado, es el terreno ideal; porque la rueda de tacos se clava mejor sobre la tierra húmeda. Si se va de delante, por ejemplo, lo puedes controlar más, porque no vas a tanta velocidad. Además, el suelo en el motocross es rugoso y ése es precisamente su grip.
Cuando el terreno está duro y sin nada de tierra, es lo peor, porque patina un montón. La sensación que he tenido en la pista de asfalto ha sido esa misma.”
Diferentes medidas, diferentes espacios
Trataba de hacerme una idea a lo que estaría viviendo Fran durante las siguientes tandas. Un detalle muy diferente es el de las distancias. Mientras que sobre un circuito de motocross, puedes encontrar dos curvas y un salto en medio, en apenas cien metros, en una circuito de velocidad, puedes encontrar curvas que llegan a los 200 o más, si sumamos su aproximación y su aceleración.
Por eso hacía gestos a Fran desde mi moto para que se acercara; sin embargo…
“En motocross, no llevamos tanta velocidad y me siento cómodo cuando voy pegado a los rivales. En el asfalto, es diferente, y me daba respeto, por si el de delante comete algún error, las motos aquí pesan el doble o más que en motocross. Por lo menos, ésa es la sensación que tenía. “
Escuchándole después, todo se hacía comprensible, también la dificultad para ajustar unas referencias más o menos acorde con los espacios y la gran velocidad.
“También es muy diferente al motocross, porque claro los espacios aquí son enormes. Frenaba, pensando que la curva se me echaría encima, y de repente de daba cuenta de que había frenado demasiado y la curva se había quedado muy lejos. Y cuando aceleraba, cortaba enseguida porque creía que no me quedarían más metros, y sin embargo faltaba aún una barbaridad. “
El Acoplamiento
A medida que rodábamos, la línea de la trazada se iba marcando como un carril seco sobre el asfalto; pero lo más determinante para nuestra particular experiencia lo representó el hecho de que la mañana fuera abriendo, hasta quedar un día absolutamente espléndido, un verdadero regalo en el segundo día de febrero.
Con ello, Fran se fue relajando, empezando a encontrarse sobre la moto y sobre la pista. Una vez cubierta la mitad de la jornada, hacía balance con él de la siguiente forma:
“Pues la primera tanda de 20 minutos se me pasó súper rápida, en medio de un montón de sensaciones extrañas. La segunda fue exactamente igual que la primera. En la tercera, ya empecé a darme cuenta de mis fallos. Empecé a decirme dónde podía acelerar más, dónde podía frenar más.”
Al hacer la cuarta tanda, es decir: con más de una hora neta rodando en pista, Fran transmitía una imagen muy distinta.
“Sin duda ha sido en esta tanda cuando me he sentido mejor. El asfalto se veía ya completamente gris, y aunque es verdad que me faltaba mucho por ajustar todavía, el hecho es que me sentía mejor.”
Comenzó a destaparse, para verle completamente diferente; en particular, negociando algunos parciales del trazado madrileño.
“Cuando empecé a soltarme, noté mucha diferencia entre las curvas con peralte, que es lo más parecido a las que encuentras en motocross, y las planas, que son como las de la calle. Las segundas me parecían mucho más técnicas, y tenía en ellas la sensación de que me iba a ir, de que la moto iba a deslizar.
La curva más difícil para mí era la primera, porque no está peraltada y llegabas muy de prisa. La verdad es que todas las veces tenía la sensación de que la moto se iba a escapar de delante.
Y la parte que mejor me salía era la curva con toda la subida (Rampa Pegaso) y la ese que llega arriba. Es en la parte que más disfruté.»
Una Postura totalmente diferente
Por supuesto, antes de salir a pista e incluso durante los días previos, hablamos de la colocación del cuerpo sobre la moto; aunque lo cierto es que Fran ya había visionado muchos vídeos explicativos sobre ello.
“Un detalle del que también me di cuenta fue el de la colocación de los pies para no tener problemas durante el paso por la curva.
Luego, en la recta, también me impresionó la fuerza del viento, y me metía detrás de la cúpula, para levantarme cuando iba a frenar, como había visto en muchos vídeos. Llegué a ver en el marcador los 230, y aunque la moto me dejaba bien claro que podía coger bastante más; pero me dio miedo y corté, porque creí que no entraría en la curva del fondo. Pero hubo una vez en la que me levanté muy pronto y el viento me dio un golpe en el cuerpo que me impresionó.”
Otros detalles muy diferentes
Aparte de las sensaciones tan distintas, como las distancias, los espacios o la propia velocidad, aparecieron otros detalles de la conducción que nos pasan inadvertidos desde la perspectiva del asfalto, precisamente por resultar completamente distintos.
“No toqué el freno trasero en ninguna manga, y en cross, sin embargo los estás usando continuamente, sobre todo para nivelar la moto en el aire.
El delantero frena una barbaridad, y además sientes con él la moto tan aplomada que no se te mueve nada. En cambio en motocross, si hago una frenada muy fuerte, o lo hago muy bien, o la moto se mueve una barbaridad para todos los lados, o incluso me hace un invertido, por la propia ligereza de la moto.”
Sin embargo el encuentro con otros recursos de la conducción fue vivido por Fran exactamente igual que cualquiera de nosotros cuando los probamos por primera vez.
“El cambio automático (quick shifter) me ha parecido otro detalle totalmente nuevo, con el que me daba bastante respeto reducir sin embrague, porque en motocross, ya me he cargado alguna caja de cambios por no coger el embrague; pero por otro lado, para alguien como yo, que estaba empezando, me lo hizo muy cómodo porque no tenía que pensar en ello, y podía estar pendiente de otros aspectos para conducir mejor.»
Y después de la experiencia…
Al día siguiente del experimento, volvimos a encontrarnos para valorar mejor, en frío, las sensaciones que Fran había vivido en el Jarama.
“El sabor de boca que me ha quedado es fantástico. Ha sido una experiencia increíble, y también un sueño cumplido, porque quería hacerlo desde hace un montón de tiempo.
Ahora quisiera tener una moto de circuito para aprender más, ya que no tengo carné, ni creo que lo tenga nunca, porque la vía pública me parece un peligro para el motorista..»
Con nuestro agradecimiento al estudio NEGAMI por sus fotos de acción.